Hace muy poquito fue el día mundial del saxofón, se elige esta fecha en conmemoración del aniversario del cumpleaños de su inventor Adolphe Sax.
El saxo me enamoró desde el primer día que lo tuve entre mis manos.
Aunque le había echado el ojo mucho tiempo atrás.
De pequeña pasaba mucho tiempo en la casa de mis abuelos y ellos tenían un muñeco que siempre estaba sentadito en el sofá, como si me estuviera esperando, era un payaso, iba muy elegante con su sombrero de copa y su traje a cuadros, pero lo mejor de todo es que siempre estaba con el saxofón colgado y ese saxo es igual a mi ojito derecho, el saxo alto plateado con el que toco en eventos. Casi podría decir que mi entrañable amistad con el payaso desde mis 2 o 3 años hizo que dedique mi vida a este bellísimo instrumento.
Pero hubo más aportaciones para que me decidiera por el saxofón, otro día aún siendo una niña escuché a un músico callejero en Mar del Plata, donde también pasaba muuuuuchos días con mis abuelos, y ahí si que si, ya cada día estaba más cerca de la decisión. Y el puntapié final lo dio un paseo con mi hermano en el Paseo de La Plaza de Buenos Aires, estuvimos mirando discos de jazz en una tienda y en una vitrina tenían un saxo, me pareció lo más hermoso que había visto en mi vida y dede ahí ya no había marcha atrás y esta vez si, empecé a tocar el saxo.
El payaso, que ese día tuvo que levantarse del sofá y sentarse en la mesa porque había mucha gente en la casa, mi hermano y yo.
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